Aquella lluvia.
Tomé una decisión y una de las huellas que tenía de ti, la borré con dolor.
Fué una decisión muy dolorosa, aunque la decisión más grande es sacarte desde adentro, de raíz.
Es doloroso muy doloroso, puedo decir que jamás sentí dolor parecido, pero es lo que debo hacer.
Un domingo te extrañé mucho como si algún día te hubiese tenido entre mis brazos, conectando tu corazón al mío. Quise salir de ése sentimiento, con algo de alcohol. No funcionó, solo debía dormir para calmarme.
Un lunes por la tarde, volví a verte en ésas fotos que no hacían nada más que darme alientos para buscarte sin importar donde estés. Decidí parar, borrando todo eso, no fue suficiente ni necesario, pero dejé de estar loco.
Al cabo de borrar ésa pequeña huella, empezó a lloviznar, de una manera que no había visto jamás en ésta pequeña ciudad. Mi tristeza no dejaba de ser inmensa, es como si tuviera nostalgia de un mundo en la que siempre viví en mis sueños, pero que la realidad la hacía imposible.
Aproveché que unos amigos se reunían por un cumpleaños, para libar nuevamente, era inútil el dolor siguió siendo intenso.
Después de un poco más de media noche, luego de haber bebido moderadamente, la llovizna no cesaba, me despedí de los amigos y fui a mi cama, preguntándole a Dios: ¿Dime, si te lo pidiera me la darías? ¿Me la darías Dios? ¿Tal y como es ella? ¿Me la darías, porque estoy muriendo?, dámela. Y sin darme cuenta, quedé dormido.
A la mañana siguiente, la llovizna empezaba a cesar, pero mi corazón seguía con dolor intenso.