Una Señal.
El sol estaba radiante como es costumbre en cierta ciudad, iba hacia una biblioteca y te vi a lo lejos caminando en sentido contrario. Tu rostro irradiaba ascendente-mente mientras nos íbamos acercando, quizá fue el reflejo del sol pero juré que era tu sonrisa. Me atreví a saludar sin conocerte, correspondiste mi saludo, nos paramos unos minutos al patio de algún lugar buscando un poco de sombra. Hablamos un poco, nos conocimos mucho en un instante.
Salimos unas cuantas veces, te imprimaste de mí, me imprimé de ti, lo nuestro fue puro, algo inocente, algo que nunca se olvida, lleno de toda la ternura que pudo existir, hubo alegrías, no hubo penas, las tristezas contigo no existían, eras mi felicidad y yo la tuya.
Quizá porque no hubo penas, no dolió que nos perdamos de vista, hiciste un viaje para siempre a tu ciudad natal, te despedí, perdí todo rastro, no me dolió que te fueras, tampoco te dolió dejarme, espero que sepas como yo, que nunca habrá algo igual entre nos.
Anteriormente te busqué y me cansé, fue hace unos cuantos años, no lo volví ha hacer. Quién sabe qué será de ti, cómo debes ser ahora, qué caminos habrás tomado. Ojalá el destino al menos me de una señal de ti, solo porque me interesa saber cómo estás.